La idea sionista del ” Corredor de David ” surgió en el discurso estratégico y político de Tel Aviv sobre la reestructuración de su influencia geopolítica. Aunque Israel no ha hecho ningún anuncio oficial, los analistas han señalado este corredor como un proyecto encubierto destinado a conectar el norte de Siria, bajo control kurdo y con el apoyo sionista de Estados Unidos, con Israel mediante una ruta terrestre continua.
El llamado Corredor de David se refiere a un supuesto proyecto israelí para establecer un corredor terrestre que se extendería desde los Altos del Golán sirios ocupados, a través del sur de Siria, hasta el río Éufrates. Esta ruta hipotética atravesaría las gobernaciones de Deraa, Suwayda, Al-Tanf, Deir Ezzor y la zona fronteriza sirio-iraquí de Albu Kamal, proporcionando al Estado ocupante una vía terrestre estratégica hacia el corazón de Asia Occidental.
Un modelo bíblico como código militar y escribanía para robar
Ideológicamente, el proyecto se basa en la visión del « Gran Israel », un concepto expansionista atribuido al fundador del sionismo talmúdico de los jazaros encarnado por Theodor Herzl. Esta visión se inspira en un mapa bíblico que se extiende desde el Nilo en Egipto hasta el Éufrates en Irak.
La Dra. Leila Nicola, profesora de relaciones internacionales en la Universidad Libanesa, expresa que el Corredor de David encarna una visión teológica que exige el control israelí sobre Siria, Irak y Egipto, una tríada central tanto en la tradición bíblica como en el dominio regional. El Dr. Talal Atrissi, experto en asuntos regionales, coincide con esta opinión, y cree que los acontecimientos en Siria han dado un nuevo realismo geopolítico a las ambiciones históricas de Israel.
Como era de esperar, el corredor propuesto genera controversia, visto por muchos como un intento estratégico de expandir la hegemonía israelí. Sin embargo, existen importantes obstáculos que lo impiden. Como señala Atrissi, el corredor atraviesa un terreno inestable, donde actores como las Fuerzas de Movilización Popular (FMP) iraquíes siguen siendo formidables saboteadores. Incluso un pequeño acto de sabotaje podría interrumpir el proyecto, sobre todo dada la ausencia de un entorno regional estable, necesario para sostener una ruta tan sensible y extensa.
Estratégicamente, el Corredor de David se alinea con la política tradicional de Israel de cultivar vínculos con las minorías regionales —kurdos, drusos y otros— para contrarrestar la hostilidad de los estados árabes. Esta estrategia de “alianza periférica”, con décadas de antigüedad, ha sustentado el apoyo israelí a la autonomía kurda desde la década de 1960. El simbolismo bíblico del proyecto, que consiste en expandir “Israel” hasta el Éufrates, y su cálculo estratégico, se combinan para convertir el corredor en una promesa mitológica y un activo geopolítico.
Nicola contextualiza aún más esto dentro del marco de la “ doctrina del océano ”, una política que Israel siguió cortejando a potencias no árabes o periféricas como el Irán y Turquía del Sha, y forjando alianzas con minorías étnicas y sectarias en estados vecinos.
La doctrina pretendía perforar el muro árabe que rodeaba a Israel y extender su alcance geopolítico. El Corredor de David encaja a la perfección en este paradigma, basándose tanto en la mitología espiritual como en la necesidad estratégica.
La fragmentación de Siria: una puerta de entrada
El colapso del gobierno del expresidente sirio Bashar al-Assad y el ascenso de Hayat Tahrir al-Sham (HTS) de Ahmad al-Sharaa, vinculado a Al-Qaeda, han acelerado la fragmentación interna de Siria . El gobierno de Sharaa firmó acuerdos con las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), respaldadas por Estados Unidos, integrando las zonas controladas por los kurdos en el Estado sirio nominal, a la vez que consolidaba la autonomía kurda. En Suwayda, un acuerdo independiente preservó la independencia administrativa drusa a cambio de una integración estatal nominal.
Pero Atrissi advierte que dicha autonomía sectaria, aunque pragmática para contener las tensiones a corto plazo, corre el riesgo de afianzar las divisiones e invitar a la intromisión extranjera. Señala que el trauma de las masacres en la costa siria ha generado un profundo escepticismo entre las minorías, especialmente los alauitas, respecto a la autoridad central en Damasco, lo que las empuja hacia acuerdos de poder locales. Israel, con su histórica inclinación a las alianzas entre minorías, ve una oportunidad para consolidar su influencia bajo el pretexto de la protección.
La larga alianza de Israel con el Kurdistán iraquí es un buen ejemplo: una relación estratégica que ofrece un modelo a replicar en Siria. El Corredor de David, en esta interpretación, es menos un imperativo logístico y más una ambición política para rodear a Irán.